dimecres, 19 de març del 2014

MICRORELATS DE FEBRER / MICRORRELATOS DE FEBRERO (III EDICIÓ / EDICIÓN) (2)





Publiquem els microrelats que van arribar a les deliberacions finals en la categoria en castellà de la convocatòria de febrer.

Recordem que els microrelats concursants publicats al blog s'inclouran en una publicació en paper que recollirà aquells textos guanyadors i finalistes de cada categoria de totes les convocatòries mensuals.






Publicamos los microrrelatos que llegaron a las deliberaciones finales en la categoría en castellano de la convocatoria de febrero.

Recordamos que los microrrelatos concursantes publicados en el blog se incluirán en una publicación en papel que recogerá aquellos textos ganadores y finalistas de cada categoría de todas las convocatorias mensuales.








Trastos

Chatarrero, ha llegado el chatarrero. Todos los domingos la misma cantinela. Oiga, se compra hierro. El sonsonete que se escuchaba sin variaciones en cualquier pueblo. Neveras, lavadoras. Nunca se le hubiera ocurrido. Radiadores, muebles viejos. << Fue sin querer >>, diría después. Oiga. Dejó fuera la mecedora con el abuelo sentado. Tan hueco con esos huesos livianos. La furgoneta blanca ya daba vuelta a la esquina y su voz se perdía entre los se recogen toda clase de cachivaches, el chatarrero. << Volverán >>, susurró. El vecino del chalet contiguo lo observaba desde el jardín. Cerró la puerta.

No regresaron hasta el domingo siguiente, en las aceras, delante de cada casa, había butacones, sillones de orejas y alguna silla de cocina. Todos ocupados, todos con su carga deslucida y transparente.

Kumiko Kasahara
Madrid








*Concepció del Minotaure / Concepción del Minotauro d'Oscar Estruga 
(Platja / Playa de Ribes Roges, Vilanova i la Geltrú. Barcelona).



Buena pero no tonta

Dédalo, enamorado, ingenioso y rebuscado, se disfrazó de toro y montó la vaca de madera. Pasífae, amiga generosa, se dió cuenta inmediatamente de lo que estaba sucediendo pero no se quejó. Tampoco volvió a pedirle favores al artesano.

Leonardo Dolengiewich
Mendoza (Argentina)











7:30

Se pone sus mocasines y sale de casa. El cielo es azul y gris, del mismo tono que sus ojos. Está cansado, claro, no ha podido dormir. El café de los ojos de Alicia le ha mantenido en vela toda la noche.
Cruza la puerta y el frío invernal atraviesa su jersey. Se mira las manos y las tiene rojas, completamente heladas. Los recuerdos del pasado domingo regresan a su cabeza.
Desayunaron juntos, pero dos tostadas no perduran como el sentimiento de amar.
"Si ella volviese, de donde sea que esté..." piensa él. Oh, claro, si ella simplemente no se hubiese matado, tal vez podrían...

-Cariño, ¿estás bien? -dice Alicia, despertándole de ese horrible sueño.
-Sí, no te preocupes, vuelve a dormir.

Alice Jones
Barberà del Vallès (Barcelona)











Solución teratológica

Al parecer, siempre conforme a su profesora, la sabana está infestada de animales salvajes: leones, jirafas, rinocerontes, guepardos, chacales..., extremadamente peligrosos en su inmensa mayoría. Eso es lo que ha podido aprender hoy Edgar en clase. Desde entonces está aterrado, y llegada la noche le horroriza la idea de introducirse en la cama. Su madre intenta explicarle, en vano, el significado de un acento, que la sabana no tiene nada que ver con la sábana y de que todo se reduce a un malentendido. Pero Edgar no las tiene todas consigo. Su padre intenta tranquilizarlo asegurándole que él custodiará la puerta durante la noche, por si hubiera algún problema. Puede parecer que el niño confía más en la falsa promesa de vigilancia del padre que en la explicación ortográfica de la madre. Y puede que así sea. No obstante, lo que en última instancia hace que se acueste es, en parte el sueño y el cansancio, en parte la seguridad que le proporcionan los monstruos que habitan debajo de su cama.

Iñaki Goitia Lucas
Oñati (Guipúzcoa)












Durante aquella comida campestre

Estoy seguro de que no sucedió como lo cuentan mis padres. Son ellos quienes tienen los recuerdos equivocados, no yo. Aunque tragué mucha agua y estuve varios días entre la vida y la muerte, hay imágenes que guardo dentro de la cabeza igual que fotografías antiguas en un álbum. Algo descoloridas, con los bordes rotos, y sin embargo auténticas. Mamá dice que las debí de soñar mientras subía y bajaba del cielo, porque en este mundo no hay sirenas ni lobos buenos.
A mi no me convence, yo sé que no fue papá el que me sacó del río, sino un enorme perro blanco agarrándome del pantalón con sus colmillos. Me dejó sobre las piedras de la orilla, se volvió a meter en el agua y desapareció.
Lo que sí admito es que había una pelota que la corriente se llevaba, cada vez más lejos, imposible de alcanzar. Pero era rosa, no roja. Y tampoco era mía. Pertenecía a la niña cuyo rostro se me aparece inevitablemente cuando me sumerjo en cualquier río, en cualquier mar.
Esa niña que mis padres han olvidado se llamaba Laura o Paula.
Y la echo de menos.

Asun Gárate Iguarán
Bilbao (Vizcaya)