divendres, 21 de novembre del 2014

MICRORELATS D'OCTUBRE / MICRORRELATOS DE OCTUBRE (2)




Publiquem els microrelats que van arribar a les deliberacions finals en la categoria en castellà de la convocatòria d'octubre.

Recordem que els microrelats concursants publicats al blog s'inclouran en una publicació en paper que recollirà aquells textos guanyadors i finalistes de cada categoria de totes les convocatòries mensuals.







Publicamos los microrrelatos que llegaron a las deliberaciones finales en la categoría en castellano de la convocatoria de octubre.

Recordamos que los microrrelatos concursantes publicados en el blog se incluirán en una publicación en papel que recogerá aquellos textos ganadores y finalistas de cada categoría de todas las convocatorias mensuales.










Libre

Lo habías imaginado mil veces. Fantaseando. Ahora es real,te ha tocado. Doscientos millones. Sabes lo que vas a hacer. Llamas al trabajo a primera hora: hoy no iré, no me encuentro bien. Sales a la calle, compras el billete, vacías tu cuenta bancaria. Todo. Regresas a casa. Escribes esa nota que te sabes de memoria, no muy larga, sí muy clara: Desaparezco. Para siempre. La dejas sobre la mesa, con las llaves de casa. Rompes unas cuantas fotos, coges las cuatro cosas que no te permites dejar atrás. Cierras la maleta. Al aeropuerto, por favor,le dices al taxista. Te sientes como si ya hubieras vivido ese momento antes. Tu momento, tantas veces.
Embarcas, despegas. Despegas. Asiento de ventanilla, cierras los ojos cuando ves las nubes bajo tus pies. Lo saboreas. Tu nueva vida. Ya lo has hecho, por eso abres la cartera.
Contemplas el billete de lotería. Doscientos millones. Sonríes sin poder frenarte. Lo rompes en pedacitos. Libre por fin.

Fran Rubio Consuegra
Tavernes de la Valldigna (Valencia)







Cita en la arena

Cuando la vi por primera vez estaba tendida al sol, sobre la arena. Llevaba sus gafas oscuras y un bikini rojo, y bastaron un par de segundos, para saber, sin ninguna duda, que quería pasar el resto de mi vida a su lado. Desde entonces, dedico todo mi tiempo a buscarla. Esta tarde, la he encontrado. El sol ya comenzaba a ponerse en el horizonte y una brisa suave me acariciaba el rostro. Mientras corría hacia ella ha vuelto a suceder. La arena ha empezado a desaparecer bajo nuestros pies y nos hemos precipitado al vacío.
Durante un instante he logrado agarrar su mano. Luego todo ha sido muy rápido. Una montaña de arena se nos ha venido encima y nos hemos soltado. Alguien ha debido de darle vuelta al reloj. Ahora tengo que encontrarla de nuevo.

Ernesto Ortega Garrido
Madrid





*Il·lustració / Ilustración de Ken Wong.



Los trasplantados

Siempre más o menos a esa hora, los trasplantados recorren el pasillo en camisón (lo hacen a trompicones, como los actores de aquellas películas antiquísimas a las cuales les faltan algunos fotogramas), abrazados los tiestos contra sus pechos, y pasan lo que queda de tarde aprovechando el solecito que da en la pequeña sala de espera de la cuarta planta del hospital. Se sientan, con las macetas encima de las rodillas desnudas, delante de la cristalera que ofrece una maravillosa vista del paseo marítimo y de la playa y allí permanecen, en silencio, con los párpados entornados hasta que el sol desaparece detrás de los edificios de oficinas del Parque del Agua. Cuando esto ocurre, cuando dejan de sentir el resol en la frente y las mejillas, comprueban los trasplantados con resignado optimismo cómo han esponjado los corazones, los hígados y los riñones en sus respectivas macetas de barro cocido pintado de rojo. Entonces los enfermos se levantan con dificultad, casi a la vez, y regresan con ese mismo paso titubeante y torpe a sus habitaciones, cada uno a la suya, con los revigorizados órganos, cada uno el suyo, debajo del brazo.

David Vivancos Allepuz
Barcelona





*Caravana aturada a la vora del mar / 
Caravana detenida en la orilla del mar de Richard Dadd (1843).



Oasis

Hace una semana que se agotó el pozo. "Fila de uno y sin mirar atrás", dijo el jefe. Le siguen los varones, las jóvenes. Detrás las embarazadas y las mujeres que se rezagan esperando a sus hijos. Ya ningún anciano.

Cuando el llanto detrás se vuelve molesto, el jefe entona la canción del oasis. Enseguida la vociferan los hombres, la rezan las madres. Ninguna con tanta fe como las que están a punto de soltar una mano a su espalda.

Miriam Márquez Arias
Madrid