dissabte, 12 de desembre del 2015

MICRORELATS DE NOVEMBRE / MICRORRELATOS DE NOVIEMBRE (1)




Publiquem els microrelats que van arribar a les deliberacions finals en la categoria en castellà de la convocatòria de novembre.

Recordem que els microrelats concursants publicats al blog s'inclouran en una publicació en paper que recollirà aquells textos guanyadors i finalistes de cada categoria de totes les convocatòries mensuals.







Publicamos los microrrelatos que llegaron a las deliberaciones finales en la categoría en castellano de la convocatoria de noviembre.


Recordamos que los microrrelatos concursantes publicados en el blog se incluirán en una publicación en papel que recogerá aquellos textos ganadores y finalistas de cada categoría de todas las convocatorias mensuales.










Prueba del nueve con doble tirabuzón en la intimidad

Cuando les llaman para recoger el Nobel de Física, los científicos americanos adquieren la condición de invisibles. Aunque nadie les ve, o precisamente por eso, uno se marca unos grotescos pasos de ballet camino del estrado; detrás, le sigue el segundo que finge cojear cómica y ostensiblemente, mientras que el tercero les acompaña a ritmo militar con el paso de la oca. Luego, los asistentes observan asombrados a los tres diplomas acreditativos, suspendidos en el aire, desplazarse hasta los asientos que ocupaban los profesores. Cuando estos recuperan su imagen, las sonrisas de satisfacción revelan su íntimo desahogo ante las duras críticas recibidas tras la concesión del premio por su investigación sobre la transparencia de los cuerpos opacos.

Rafael Olivares Seguí
Sant Joan d'Alacant (Alacant)







Solas
El rugido de siempre la expulsa del sueño: el padre blasfema mientras va y viene, mientras golpea lo primero que encuentra a su paso. Ahora parece que arrastra una escalera. Y el rugido vuelve: ni se os ocurra tocar el cuadro de la luz, ¿me oís, desgraciadas?, ¿me oís, las dos?, voy a ver si arreglo la puta lámpara.
Entonces la niña se levanta sigilosa, coge un taburete, camina por el pasillo, dirige sus ojos temblorosos a la puerta entornada tras la que está el padre, y avanza, con sus pasos de arena, hacia el recibidor. Un pequeño sobresalto al llegar: allí está la madre, que, al notar su presencia, la mira con el ojo que puede mantener abierto. Las dos observan un momento el cuadro de la luz. Vuelven a mirarse: tres ojos encharcados que hablan con un miedo antiguo. La niña asiente. Asiente mientras aprieta la mano madre.
Iván Teruel Cáceres
Vila-Sacra (Girona)







Selene, ciudad de los espejos
Desde muchas leguas de distancia se distingue el reverberar de la luz en los azogados muros de Selene. El viajero llega a la ciudad al amanecer y se deleita contemplando a las muchachas que, sin acabar de dar por cierta su belleza, se acicalan ante los espejos del presente. Alrededor de los espejos del futuro ve cómo se arremolinan los mercaderes, quienes, a punto de partir, desean saber si retornarán con salud y la bolsa llena; las preñadas, para averiguar si su hijo será varón o hembra; y las mozas, preguntándose si encontrarán el amor en primavera. Dicen que, tras asomarse a sus pulidas superficies, algunos escaparon, cubierta la cabeza de canas repentinas. Aunque se vean obligados a dar largos rodeos, muchos de los habitantes de Selene evitan pasar por las calles en cuyas paredes se refleja el pasado: a veces se encuentra frente a ellos el cuerpo inerte de un incauto que se atrevió a asomarse y quedó atrapado por la visión de un remoto instante de felicidad. Pero los más terribles −aprende el viajero−, aquellos ante los que nadie osa detenerse, son los espejos que muestran en sus láminas frías la huella de lo que pudo haber sido y nunca sucedió.
Elisa de Armas de la Cruz
Sevilla








Las plañideras
Sentadas en las sillas de respaldo recto de la casa, lloran las plañideras a ambos lados de la cama custodiada por cuatro cirios de misa. Sobre la mesilla, a media luz, un rosario, las copitas mediadas de licor y una taza vacía con unos labios de café perfilados en el borde interior y una cucharita que descansa en el plato. La más chiquita y arrugada entona una triste letanía e intenta ocultar el dolor de su rostro detrás de un pañuelito que huele a lavanda. Una se araña las mejillas y derrama lágrimas con desconsuelo. Otra, gemebunda, se tira de los pelos. Las demás llevan un pañuelo negro en la cabeza y lloran con el corazón roto. Desgarradamente.
En el centro del lecho, sobre las sábanas de hilo, ríe, alborozado, un rollizo bebé envuelto en una manta.
David Vivancos Allepuz
Barcelona







Invasión
Debió de suceder por la noche. Al entrar los empleados, quedaron aturdidos por el espectáculo. Pinzas blancas, rojas, doradas, grandes, pequeñas, enganchadas a las pantallas del ordenador, diseminadas por las mesas, o encima de los documentos; miles de pinzas por todo el piso. Atónitos las inspeccionaron, las tocaron, las voltearon; parecían pinzas corrientes, pero se quedaron con ellas.
A punto estaba la Dirección de mandar retirarlas, cuando observaron que existían suspicacias entre los trabajadores, “¿porqué tú tienes más que yo?”, “¿porqué, las tuyas son rojas y las mías, blancas?”, incluso se dieron casos de intercambio de unas por otras. Decidieron entonces hacer una carrera con ellas, de modo que, las del empleado que obtuviera mejores ventas cada mes, se expondrían en la cúspide del panel de resultados. Y funcionó, subiendo los beneficios de forma fulgurante.
Como llegaron, desaparecieron una noche. Se compraron pinzas nuevas, ocasionando ataques de depresión y melancolía. Incluso se han financiado dos tesis doctorales, pero aún no se ha desentrañado el misterio. Los accionistas están pensando seriamente en cerrar la sucursal.
Esther Cuesta de la Cal
Barakaldo (Bizkaia)