dimecres, 19 d’abril del 2017

MICRORELATS DE MARÇ / MICRORRELATOS DE MARZO (1)




Publiquem els microrelats que van arribar a les deliberacions finals en la categoria en castellà de la convocatòria de març.

Recordem que els microrelats concursants publicats al blog s'inclouran en una publicació en paper que recollirà aquells textos guanyadors i finalistes de cada categoria de totes les convocatòries mensuals.





Publicamos los microrrelatos que llegaron a las deliberaciones finales en la categoría en castellano de la convocatoria de marzo.

Recordamos que los microrrelatos concursantes publicados en el blog se incluirán en una publicación en papel que recogerá aquellos textos ganadores y finalistas de cada categoría de todas las convocatorias mensuales.









Instrucciones para seguir viviendo después de una llamada de la Guardia Civil a las tres de la madrugada un sábado de febrero.

Hágalo ya. Convierta su habitación en estudio de yoga o sala de estar. Tírelo todo. Móvil. Tablet. Libros. Vacíe el desván. Nada de ropa vieja. Deshágase de las carpetas escolares. De esos dibujos de casas unifamiliares con chimeneas humeantes (inexplicables en un niño que siempre ha vivido en el piso 16 de un bloque de apartamentos), rodeadas de jardines verdes (ese verde luminoso que solo existe en el paquete de ceras Milan). Los apuntes de la Universidad también. A la basura. Silencie el móvil. Consuma telebasura. Evite los telediarios. Y la información del tráfico. Durante las comidas, limite los temas de conversación con su marido. Fútbol. El tiempo. 
Mejorará. Pero aun así, con la casa y el desván vacíos, el teléfono apagado, la tele encendida en su nueva sala de estar que puede hacer las veces de cuarto de yoga, y una conversación trivial que versará sobre las nieblas matutinas, seguirá teniendo irreprimibles deseos de llorar a todas horas.
Pero al menos sentirá que, esta vez sí, ha hecho todo lo posible para evitarlo.
Me refiero al llanto, claro.

Arantza Portabales Santomé
Teo (A Coruña)











El pasatiempo

La pelona me guió hasta el bosque de los ahorcados. La luna era una uña sin alumbre. Los árboles, en hilera y cabizbajos, soportaban el peso de los muertos, que el viento meneaba y no conseguía hacer caer. Ella avanzaba con los pies elevados, yo perdía los míos entre la niebla y la hojarasca. Las caras sin ojos, los nidos de cuervos, los brazos pegados al cuerpo, las moscas libando una pierna azul. Cortó varias sogas y acudieron los buitres y chillaron las hienas.

–Súbete al cajón y ponte la cuerda –me habló.

Yo obedecí como obedecen los niños asustados. De un golpe en el suelo despejó la niebla y apartó la hojarasca. Dibujó con la guadaña unas líneas en la tierra, me miró con los ojos encarnados y susurró:

–¿Vocal o consonante?

María Montaña Campón Pérez
Cáceres











Vacaciones

«Parece que no fue muy buena idea tomarme unas vacaciones», pensó el ángel de la guarda mientras se alejaba del pequeño ataúd.

Kalton Bruhl
Comayaguela (Honduras)









Una grande storia

Ningún italiano hubiera situado Ipocrisia en el mapa antes de que Carlo comenzara a salir en los medios gracias a sus dos metros de altura con tan solo doce años, así que Il consiglio comunale aprovechó el tirón del muchacho para atraer al turismo haciéndolo su mejor embajador.
Pero en la escuela no le iban bien las cosas. Robarle el bocadillo tras darle un pescozón sin que él osara defenderse era una gran proeza habitual. Y los partidos de baloncesto eran un jolgorio ante su torpeza de movimientos.
Solo Hersilia  le trataba con cariño y le hizo albergar sanas esperanzas hasta que esta se ennovió con Enzo.
A los diecisiete años, con sus dos metros cincuenta, le costó encontrar una rama suficientemente alta y fuerte para despedirse.
Il sindaco se encargó de todo lo concerniente al entierro, e instó al marmolista para que hiciera la lápida de la sepultura un tanto excesiva para que impactara más a los visitantes.
Fue un sepelio espectacular y televisado. No faltó nadie, y los discursos que glosaban su figura fueron muy emotivos. El olor a flores era tan intenso que  mareaba, pero una enorme y preciosa corona destacaba sobre todas: “I tuoi compagni che tanto ti volevano”.

Javier Palanca Corredor
Valencia









Recaída

Debo decidir. Rodeo el parque procurando no mirar las vallas de colores. Debo decidir. Una mujer empuja un carrito de bebé. Debo decidir. Las copas de los árboles se estrechan sobre mi cabeza. Debo decidir. El camino de grava atrae mis pisadas hacia el imán de las risas infantiles. Debo decidir. Inspiro y exhalo, las manos temblando en los bolsillos. Debo decidir. Aún puedo conseguir escapar. Debo decidir. Unos rizos castaños flotan detrás de un balón que aparca a mis pies. Debo decidir. Le tiendo la mano sonriente ¿Quieres que compremos chuches? Debo decidir. Los rizos dudan pero asienten. Ya está decidido.

Patricia Collazo González
Alcobendas (Madrid)