dimecres, 17 de maig del 2017

MICRORRELATS D'ABRIL / MICRORRELATOS DE ABRIL (2)




Publiquem els microrelats que van arribar a les deliberacions finals en la categoria en castellà de la convocatòria d'abril.

Recordem que els microrelats concursants publicats al blog s'inclouran en una publicació en paper que recollirà aquells textos guanyadors i finalistes de cada categoria de totes les convocatòries mensuals.





Publicamos los microrrelatos que llegaron a las deliberaciones finales en la categoría en castellano de la convocatoria de abril.

Recordamos que los microrrelatos concursantes publicados en el blog se incluirán en una publicación en papel que recogerá aquellos textos ganadores y finalistas de cada categoría de todas las convocatorias mensuales.









Ritual

Cada mañana, el ritual y el recorrido son los mismos. En el breve tiempo en el que baja en ascensor los cinco pisos del edificio de ocho plantas en el que vive, no se arrepiente de nada de lo dicho ni de lo callado en el desayuno. Su vida sigue incuestionable desde hace años. A presión, pero sigue. Porque no vive en el octavo. Esos segundos extra antes de salir al vestíbulo bastarían para generar los pensamientos que le llevarían a la conciencia. Caería entonces, como tapa de lápida, la certeza de vivir una vida equivocada.

Araceli Esteves Castro
Santanyí (Illes Balears)













A escondidas

“La vida, igual que el mar recoge sus olas, se haría cargo de él” 
Francois-Marie Banier

Eran tus ojos un verde de gato desconfiado. Escapabas de las miradas de todos, la mía la guardabas. Nadie te podía acariciar excepto yo. Tengo la medida exacta de tu cuello —mi mano extendida—, de tus brazos —un poco más que los míos—, de tu cuerpo desgarbado. Ese vello grueso y rubio, que de repente empezó a poblar tus piernas y del que tanto me burlé al descubrirlo.

Nos sabíamos de memoria, desde pequeños habíamos chapoteado en la misma bañera. Puedo enumerar cada una de tus pecas, incluso la que se ocultaba en el nacimiento de tu oreja. Bajo las mismas sábanas con las que montábamos nuestra tienda india, descubrimos otros juegos: el sabor intenso de los besos a escondidas, el tacto de nuestros lugares secretos. Hoy miro el hueco que ha dejado tu cabeza en mi almohada y aparecen en ella tus cabellos rubios, tu sonrisa tentadora. Trato de besarla y una pluma roza mis labios con tu misma caricia. Y muerdo mis labios llenos de vacío.

Mamá prepara todas las mañanas tu tazón de cereales. Papá lo retira con paciencia y un suspiro. Ellos se abrazan. Más vacío.

Ellos, que nunca supieron lo que ocurría en mi cama.

Purificación Menaya Moreno
Zaragoza









Spin-off

La luz del mechero se confundió un instante con la de las velas, proyectó dos o tres sombras insoportables y acabó consumiéndose en una llamita azul de butano. La primera calada la dio Mario como si verdaderamente hubiese regresado de entre los muertos. Incorporándose, recordó la primera vez que su esposa lo sorprendió fumando a escondidas, que cómo se te ocurre, Mario, que cuándo te he ocultado algo yo a ti, que con lo grande que eres, Mario. En estos pensamientos estaba cuando escuchó el taconeo de Carmen en el pasillo. Escondió como pudo la colilla entre las flores y un olor a naturaleza quemada se mezcló con el aire de yodo y de tristeza que flotaba en el cuarto. Sacudió apresuradamente la ceniza que había caído sobre la banda de tela y tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para reprimir la carcajada que le venía: el manchurrón había acabado por ocultar algunas letras de la cinta, de modo que en ella podía leerse ahora un incontestable "Mario, tus amigos te olvidan". Convencido de lo certero de la frase, se acomodó de nuevo en el ataúd y cerró los ojos.

Nacho Artacho Lara
Málaga










Chivo expiatorio

Sacamos la figura de la sacristía de noche, aprovechando que Fran era monaguillo y había escamoteado un juego de llaves. La transportamos en la parte trasera de la furgoneta del padre de Roque y llegamos a la nave de trigo abandonada cuando ya amanecía. Tras apoyarla contra la tapia, observamos aquella escultura fuera de la iglesia por primera vez en nuestra vida: la corona de espinas, las llagas que parecían sangrar de verdad y los ojos tristes que nos miraban desde lo alto. Esos que todo lo veían. Marcos, situado a mi lado, siempre era el más valiente y fue el primero en tomar un canto del suelo. Dijo que lo había visto hacer en una película, en un cine de barrio de Barcelona, y el resto lo imitamos. Como un pelotón de fusilamiento, elevamos cada uno nuestro brazo más desarrollado, empuñando la piedra con la mano que sofocaba los bofetones de nuestras madres. Esa misma mano impía con la que pecábamos.

Asier Susaeta Diez de Baldeón
Vitoria-Gasteiz









Llamamiento de los abismos

En el fondo de los pozos y los patios de luces, en los andenes, en lo hondo de los puentes y los precipicios, hay siempre una insinuación, una invitación sombría, un canto de sirena que repite claramente tu nombre. Muchas veces lo notas. O casi lo intuyes, lo presientes. Es solo un instante. Pero decisivo. Por eso, si andas cerca, si estás junto al borde, debes aferrarte a los sonidos cotidianos que te rodean para no sucumbir. Agarrarte con fuerza a la baranda, al alféizar; hincar los pies en el suelo para no dar el paso. Y vigilar, sobre todo vigilar a quien tengas a tu lado, no olvides que la llamada les llega a la vez a los otros. Y podría ser que alguien más también esté oyendo precisamente tu nombre.

Miguelángel Flores
Sabadell (Barcelona)