dimecres, 20 de gener del 2021

MICRORELATS DE DESEMBRE / MICRORRELATOS DE DICIEMBRE (2)

 



Publiquem els microrelats que van arribar a les deliberacions finals en la categoria en castellà de la convocatòria de desembre.

Recordem que els microrelats concursants publicats al blog s'inclouran en una publicació en paper que recollirà aquells textos guanyadors i finalistes de cada categoria de totes les convocatòries mensuals.



Publicamos los microrrelatos que llegaron a las deliberaciones finales en la categoría en castellano de la convocatoria de diciembre.

Recordamos que los microrrelatos concursantes publicados en el blog se incluirán en una publicación en papel que recogerá aquellos textos ganadores y finalistas de cada categoría de todas las convocatorias mensuales.









Conquistado

Tras una larga caminata, abriéndome paso a golpes de machete, llegué al poblado. La tribu, vestida con taparrabos, me rodeó. Algunos se aventuraron a tocar mis ropas, el sombrero y mis cabellos dorados. Me mostraron sus collares y pendientes hechos de hueso y madera y, entre sonidos guturales y risas, me llevaron hasta la tienda del jefe. Le enseñé la cantimplora, las cerillas y a fumar. Y cuando iba a despedirme para volver al campamento, el jefe sacó su tabaco y el móvil, nos hicimos un selfi y pidió unas pizzas. Pagué yo.

Rafael Loscertales de la Puebla

Cornellà de Llobregat (Barcelona)

 






Rutinas

En cuanto me ve entrar por la puerta del bar ya me prepara un café como sabe que me gusta. Tardo unos segundos en llegar a la barra y allí lo tengo servido, un expreso con un azucarillo.

Como llego tarde a la oficina me lo tomo en dos minutos, los mismos que utiliza él para limpiar la vitrina de las tortillas, la que hay justo donde me ha dejado estratégicamente el café.

Y siempre, antes de irme, me mira. Yo también le miro y según el día nos guiñamos un ojo.

Luego ya no nos volvemos a ver hasta la noche y, en cuanto le veo entrar por la puerta de casa, le preparo el sitio del sofá que sé que le gusta.

Aurora Tàrrega

Barcelona

 

 




Arrollados

Encontramos la vía abandonada y los hice posar sobre las traviesas de vieja madera, los raíles oxidados marcando el punto de fuga y rodeados por el oro del trigal. En el encuadre una mujer de expresión dulce y curvas generosas, aún muy atractiva, echaba el brazo sobre el hombro de un adolescente rubio y sonriente. De repente, contradiciendo toda la información de que disponíamos, apareció la locomotora a tal velocidad que no consiguieron retirarse. Con estas manos —desde entonces no dejan de temblar— recogí lo que queda de ellos: una anciana encogida y sin memoria y un cuarentón huraño que viene a visitarnos algunos domingos.

Elisa de Armas de la Cruz

Sevilla

 

 





Delivery

Esto no es lo que hemos pedido, dijo ella cuando desenvolvió la sábana y vio la carita del bebé. El futuro padre espió sobre su hombro y coincidió. No estaban preparados para criar un niño como ese. Dudaron. Llevaban años esperando ese niño que sería la joya de sus vidas y ahora les traían algo así…

La cigüeña, que aguardaba en el alféizar los diez minutos de cortesía, deseaba que al fin estos lo aceptaran. Llevaba semanas tratando de ubicarlo sin éxito, y cada vez pesaba más. Pero el hombre abrió la ventana y depositó el bulto junto a sus zancas. El ave atravesó con su largo pico el nudo en los extremos de la sábana y levantó vuelo. Otro encargo que tendría que dejar en el barrio de chabolas.

Patricia Collazo González

Alcobendas (Madrid)

 

 

 



El secuestro

Cuando llama por primera vez, le prometo que haré todo lo posible y le pido un poco de paciencia, a fin de cuentas mi marido solo lleva desaparecido una semana.

Para ganar algo más de tiempo, durante la segunda llamada veintidós días más tarde, le digo que quiero una prueba de que en realidad lo tiene secuestrado a él. ¿Qué tal un dedo?, sugiero. El dedo anular, ese en el que lleva el anillo de casado, el mismo anillo que seguro que esconde en los encuentros con sus múltiples amantes. Incluso, si quiere, la mano entera estaría bien.

Dos meses después el secuestrador insiste con una llamada más. Le cuento que ya me he acostumbrado a vivir sin él y esta vez, antes de colgar, le grito que por favor no se le ocurra volver a molestar a la hora de la siesta.

Rakel Ugarriza

Lardero (La Rioja)