Publiquem els microrelats que van arribar a les deliberacions finals en la categoria en castellà de la convocatòria de gener.
Recordem que els microrelats concursants publicats al blog s'inclouran en una publicació en paper que recollirà aquells textos guanyadors i finalistes de cada categoria de totes les convocatòries mensuals.
Publicamos los microrrelatos que llegaron a las deliberaciones finales en la categoría en castellano de la convocatoria de enero.
Recordamos que los microrrelatos concursantes publicados en el blog se incluirán en una publicación en papel que recogerá aquellos textos ganadores y finalistas de cada categoría de todas las convocatorias mensuales.
Así funciona la mente
El cerebro humano está diseñado para relacionar
acontecimientos autónomos mediante conexiones causales. Biológica,
ineludiblemente. Por ejemplo, pongamos que el tímido Sr. Pou adora a la Srta.
Vera desde niño y que esta tarde se atreve por fin a convidarla a una tetería.
Y supongamos que, tras la audacia, el Sr. Pou tropieza perdiendo el equilibro y
apoya su mano (involuntariamente) sobre el voluptuoso pecho de la joven. Bien.
Imaginémosla ahora a ella, desconcertada y brusca, declinar la invitación
alegando una repentina jaqueca. Es evidente que el Sr. Pou vinculará tetería
con busto y traspiés con rechazo sin advertir que, de no haberse producido el
bochornoso percance, la Srta. Vera podría igualmente haber rehusado la propuesta.
Se trata pues de dos eventos independientes, aislados, entre los cuales la
mente del Sr. Pou ha establecido una correlación causal sin motivo alguno.
O al menos eso es lo que está pensando el Sr. Pou, ahora,
mientras se esfuerza por no adormilarse. Y es que la mente siempre acaba por
encontrar un argumento que le permita sobrevivir a la tragedia. Aunque sea
absurdo. Aunque sea tarde. Aunque el Sr. Pou ya se haya cortado las venas.
Luz Leira Rivas
Ferrol
Mi vecino es elegante. Me saluda siempre con una cordial
patarata. Se inclina, coge mi mano y me mira a los ojos. Me gusta su gesto
anticuado, me recuerda a mi padre que además levantaba con galanteo el
sombrero. Subimos al ascensor y al pulsar el timbre salimos disparados por los
aires. Con exquisita levedad caemos en la Plaza de San Marcos frente al Palacio
Ducal. Lástima que ese día acontece el aqua alta y no podemos ni siquiera tomar
un café en el Florián, pero disfrutamos con entusiasmo de una única
experiencia.
De regreso, en mi rellano, abre la puerta del ascensor, me
besa la mano y me bajo con cuidado de no resbalar.
Anna Jorba Ricart
Barcelona
Pinzas
Llego cuando la lavadora ha centrifugado. Finjo ser bueno y
subo al terrado porque sé que a esas horas veré tu sonrisa de madre. Tiendo
mal, me corriges, se me escurren las pinzas y te agachas. Tu escote. Te empujo
con la fuerza de mis diecisiete mientras agarro las muñecas suavemente. Mi mano
entre tus piernas. No sé cómo empezar. Se han roto los cristales de todas las
ventanas, debe ser eso lo que me retumba aquí dentro. Algo me zarandea. Vuelvo.
Sigues aquí delante, intacta, ofreciéndome la pinza que tiré dos segundos
antes, con tu sonrisa blanca, como si no supieras nada de todo lo que acabo de
hacerte.
Ángela Torrijo Arce
Valencia
El general saludaba al ejército y al pueblo. Tras el
desfile, volvió a su
despacho, firmó documentos y recibió a personalidades y
diversas
delegaciones. Terminada su agenda oficial, almorzó con su
mujer y
dedicó un rato a jugar con sus hijos y ayudarles con las
tareas
escolares. Por la tarde paseó por los jardines del palacio,
hizo algo
de deporte y dedicó un rato a la lectura. Antes de
acostarse, en la
capilla, ante la imagen del Crucificado, pidió fuerzas para
seguir la
lucha y perdón por el mal que, muy a su pesar, hubiera
podido causar.
Abrumado por su responsabilidad, no pudo evitar que dos
lágrimas
resbalaran al reclinatorio.
Terminada la proyección de la película, que
clausuraba la jornada conmemorativa del décimo aniversario
del
alzamiento, los presos se mantuvieron en formación, aunque
se pudieron
oír algunos pitidos y abucheos, que los guardias de la
prisión no
pudieron acallar.
Ezequiel Barranco Moreno
Sevilla
Pensaron que sería
cosa de las aguas, que últimamente venían revueltas, o de la nueva marca de
pesticida que habían empezado a utilizar en el huerto, pero el caso es que a
todas las hermanas de la consolación les había crecido la barba, menguado los
pechos y alargado lo innombrable.
Los consumidores de sus dulces también habían notado que la
voz que les atendía detrás del torno era mucho más ronca que antaño y hasta
temían preguntar por el precio de las pastas.
El obispo, alertado por las novedades que le llegaban del
convento, decidió enviar de incógnito a su secretario. El pobre hombre no
contaba con la violencia desatada por
chorros de testosterona reprimida bajo los hábitos.
–Pásame al secretario –gritan las monjitas cuando juegan al
fútbol en el claustro con la calavera.
Paloma Casado Marco
Santander