dijous, 11 de maig del 2017

GUANYADORS D'ABRIL / GANADORES DE ABRIL (VI EDICIÓ / EDICIÓN)






Premio Azorín de Novela 2017 por Llamadme Alejandra (Planeta, 2017).






Els microrelats guanyadors de la convocatòria del mes d'abril de la VI edició del Microconcurs són:



Los microrrelatos ganadores de la convocatoria del mes de abril de la VI edición del Microconcurso son:







CATEGORIA EN CATALÀ:






La piscina

No deu pas recordar tots aquells anys de trista funcionària ni la pila d’il•lusions juvenils que acabaria com la torre de Babel. I encara menys deu recordar quan els pares la duien a la piscina i com ella i totes les amigues de l’escola s’hi llançaven, hi xisclaven d’alegria, s’esquitxaven les unes a les altres sense deixar de riure i eren plenes de gràcia.
I que potser recorda els dos fills tan avars que tenia? O la filla hipòcrita fins al moll de l’os? No ho crec pas. Ara quan surt de la piscina amb el cos adormit i encarcarat pel fred, esquitxant sense voler els altres, ja no recorda res, ni res en sap dels qui començaran una pràctica de dissecció amb ella.

Pau Miquel
Terrassa (Barcelona)







CATEGORÍA EN CASTELLANO:








Las musas

No había visto llorar a mi madre hasta el día en que mi padre murió. Hay algo antinatural y sobrecogedor en el llanto de una madre. Uno no sabe cómo consolarla.
Papá murió un lunes de madrugada. Estiró su mano y agarró la de mi madre tan fuerte que le rompió los veintisiete huesos de su mano. Si le preguntas a mi madre cuál es el sonido de la muerte, te dirá que es muy semejante a un estallido de pajas secas. Ella, como pudo, se liberó de la mano inerte de mi padre. Luego se levantó, se aseó y se vistió de luto riguroso. A mi padre lo velaron en la biblioteca, rodeado de toda su obra: doce novelas, un libro de cuentos y tres ensayos.
Anochecía cuando llegaron ellas. Altas, hermosas y sutilmente transparentes. Así las recuerdo. La mayor de todas se acercó a darnos el pésame. Mamá, que llevaba toda la vida esperando este momento, levantó su mano sana y le dio un bofetón. “Ahora es solo mío”, dijo. Las musas, respetuosas, retrocedieron en silencio. De repente, sus ojos dorados se fijaron unánimemente en mí. Sentí sus voces susurrantes. La menor de todas se me acercó y me miró fijamente a los ojos.

Fue en ese momento cuando mi madre, totalmente vencida, rompió a llorar.

Arantza Portabales Santomé
Teo (A Coruña)