dijous, 15 de març del 2018

MICRORELATS DE FEBRER / MICRORRELATOS DE FEBRERO (2)



Publiquem els microrelats que van arribar a les deliberacions finals en la categoria en castellà de la convocatòria de febrer.

Recordem que els microrelats concursants publicats al blog s'inclouran en una publicació en paper que recollirà aquells textos guanyadors i finalistes de cada categoria de totes les convocatòries mensuals.







Publicamos los microrrelatos que llegaron a las deliberaciones finales en la categoría en castellano de la convocatoria de febrero.

Recordamos que los microrrelatos concursantes publicados en el blog se incluirán en una publicación en papel que recogerá aquellos textos ganadores y finalistas de cada categoría de todas las convocatorias mensuales.








Una espinita en el corazón

Fue un día distinto como todos los demás, de sombras alargadas. Quizá había sido la avispa mortecina que estrelló su aguijón contra el brazo del niño; tal vez se clavó la criatura en el pie una alcayata despechada con sed de venganza. No hubo sangre; ni tan siquiera encontramos el agujerito. Al principio el bisbiseo nos pareció casi imperceptible; pero obstinado. Con el tiempo era imposible no darse cuenta. Parecía un zumbido de tarde de siesta con moscas borrachas. Cuando cruzábamos la calle le agarrábamos la mano, que se le deshinchaba enseguida, como un globo que pierde aire con silbido fofo. Se fue quedando enclenque y blando. Probamos con el fuelle y la bomba de la bicicleta. El vientre se le inflaba unos momentos para acabar plano y flácido. El muchacho se nos gastaba poco a poco. Una tarde, lo metí doblado en una bolsa de plástico para que no se escurriera por alguna rejilla y en la madrugada conduje hasta el mar, porque siempre quiso que se lo enseñara. En la playa, con el fragor de las olas y el frescor de la brisa exhaló un último pfff desgarrador. De felicidad, de alivio también.

Mei Morán
Freiburg (Alemanya)









Urgencia

En la pecera las horas transcurren  verdosas y lentas. Nos miramos, sin párpados, e intentamos  hacer de la respiración un arte. Con el oxígeno trasvasado desde las branquias modelamos burbujas tornasoladas, que proyectamos con los labios hacia el aire enrarecido de la sala. Algunas son esféricas y livianas como un suspiro, otras tienen la angulosa geometría de la preocupación. Pueden crear inesperadas turbulencias pero acaban fluyendo en mansas láminas.
Pescan a razón de un ejemplar por hora, ¿seré yo el siguiente? nos oímos pensar. Una vez en el cedazo, unos sinuosos conductos te llevan a otro compartimento: triaje, radiaciones, o una pecera menor. Eres observado por expertos en partes invisibles. Luego regresas al tanque principal, a continuar respirando tiempo y agua. De camino ves a otros que boquean, con las escamas secas, al borde del acuario. Tú no quisieras acabar así, pero sabes que no puedes elegir.
Por fin sales del Hospital, ese universo viscoso en el que has tenido que ser pez. El aire penetra en tus pulmones ligero y frío. Dilatas los sacos aéreos para perder densidad. Inspiras y tomas impulso, persuadiéndote una vez más de que eres pájaro y sabes volar.

Paz Monserrat Revillo
Molins de Rei (Barcelona)









Los visitantes

Llegaron como se fueron: sin más explicaciones. Tipos rudos, sabios, de vuelta de todo. Aproximando el oído a la orilla, eran capaces de calcular la intensidad de las mareas o la altura máxima de las olas. Precisaban el momento exacto en el que el fruto estaba maduro solo con lamer alguna de las raíces del árbol. Y todo sin darse importancia. Eran máquinas humanas, aguerridos como espartanos, precisos como la bala de un sicario, intuitivos, auténticos semidioses. Luego fueron marchándose por turnos en rústicas balsas que construían por decenas a diario, como en una cadena de montaje. En aquellas embarcaciones nunca había sitio para mí. "Vamos llenos, prueba en la próxima", repetían invariablemente. Hasta que zarpó la última de las balsas y yo me quedé, de nuevo, solo en esta isla.
Ahora comprendo por qué, desde que ellos llegaron, todos se dirigían a mí como “Náufrago”. A secas

José Manuel Dorrego Sáenz
Madrid









AMOR(SE) O LOS TRANSOCEÁNICOS AMORES ENTRE DON MATEO ORDUÑA Y SANCLEMENTE, DRAMATURGO Y MIEMBRO DE LA REAL ACADEMIA SEVILLANA DE BUENAS LETRAS, Y DOÑA THERESA PENNINGTON, PRIMERA ACTRIZ DE LA COMPAÑÍA TEATRAL DE LOS HERMANOS RIOPEDRE, DE GIRA EN BUENOS AIRES DURANTE LA PRIMAVERA DE 1846

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 (1)  -Cuelga tú.
       -No, bobo, cuelga tú.


https://www.traductorcodigomorse.com/


David Vivancos Allepuz
Barcelona









Kandinsky y los círculos dentro de un círculo

La víspera, los vecinos de Roca Grande sacrificaban gallinas, patos y conejos y hacían una gran comida al aire libre. A primeras horas del día siguiente, en la estación reinaba el bullicio. Padres arrastrando niños pequeños y maletas, jóvenes y ancianos con lo puesto subían al tren. Querían cambiar de vida. Prosperar. La máquina y los vagones, de la época de los dinosaurios, bufaba y se quejaba con un rechinar de bielas y latón que a todos les encantaba. Pasaba por Roca Mediana donde se detenía por costumbre, aunque nadie bajaba. Seguía hasta Roca Chica. Allí paraba para que algunos pudieran salir un rato a estirar las piernas y admirar de nuevo la colección de fotografías amarillentas pegadas en un gran panel. Algunos aún  recordaban a Román Cerillas, el fotógrafo oficial del recorrido. Una pena que nadie quisiera coger el testigo. Iban dejando atrás pueblos y aldeas. Era noche cerrada cuando el tren llegaba a Roca Grande. Bajaban en silencio, cansados de tanto viaje, cada uno a su hogar. Las chimeneas escupían humo y el olor a coles hervidas llenaba las calles.

Lola Sanabria García
Madrid