Publiquem els microrelats que van arribar a les deliberacions finals en la categoria en castellà de la convocatòria de març.
Recordem que els microrelats concursants publicats al blog s'inclouran en una publicació en paper que recollirà aquells textos guanyadors i finalistes de cada categoria de totes les convocatòries mensuals.
Publicamos los microrrelatos que llegaron a las deliberaciones finales en la categoría en castellano de la convocatoria de marzo.
Condolencias y otras frases al uso
En los años veinte, en pleno reinado de Al Capone, algunos
meritorios del Instituto de Estadística de Chicago se presentaban en cada
velatorio y grababan lo primero que escuchaba la persona más cercana a los
fallecidos por arma de fuego (principalmente la viuda o madre). Las frases más
frecuentes se dispusieron usando el método de la campana de Gauss:
• Lo siento.
• Lo siento mucho.
• Siempre se van los mejores.
• Tenemos que quedar un día de estos.
• Una pena, querida, tan cerca de la jubilación...
• Ya hablaremos cuando los de la grabadora se hayan ido.
• ¿Podría decirme dónde queda el aseo, por favor?
• Llámeme si piensa en vender la casa.
• Tiene un salón precioso.
• Fuimos nosotros.
• ¿A que duele?
Asier Susaeta Diez de Baldeón
Vitoria-Gasteiz (Araba)
Invfierno
En los armarios las polillas roen las cuerdas de la
balalaika, la humedad pudre los abrigos de piel de zorro y el moho verdea las
botas de nieve. Afuera, un torrente de lluvia monzónica se desliza sobre el
tejado de la dacha, día sí, día no, desde hace meses. Al calor de la estepa
encharcada han florecido amapolas rojas entre los esqueletos de los extintos
osos polares y nubes de mosquitos zumban, de la mañana a la noche, sobre el
óxido de los trineos inservibles.
Aún seguimos sin noticias del sur.
Carmen de la Rosa
Los Campitos (Santa Cruz de Tenerife)
Un pasado común
Hace un momento me he hecho pasar por otro. Ha sido en una
librería cerca de casa. Hojeaba un mamotreto de estampas mejicanas cuando una
mujer pronunció mi nombre con sorprendida cautela. Cohibido, le dije que no la
conocía de nada. La mujer insistió. Al oír el apellido del tipo con quien me
confundía vi que aquello era un error. No supe aliviar su incredulidad, y, tras
disculparse, sus piernas se perdieron entre las mesas. Tres páginas después
volvió y me exigió un documento que aclarase mi verdadero nombre. Como carezco
de pereza burocrática, le confesé que no llevaba ninguno encima. Soslayé su
mohín de arisco estupor e intenté trabar conversación con vista a amables
peripecias futuras. Sigues siendo un embustero, dijo de pronto, y me estampó un
sonoro sopapo. Como un amante humillado la tomé del brazo, la atraje con fuerza
hacia mí y sellé sus labios con un beso atónito, anhelante, estremecido.
Alguien disfrutaría de la escena a su sabor. Se despidió convencida de que la
engañaba. La observé salir de la librería y pensé que aquella desconocida tenía
razón. Soy incorregible. Debería abandonar cuanto antes esta manía de
inventarme a todas horas identidades falsas.
Eloi Lunex
Barcelona
El sonido de San Juan
Aquella tarde, después de visitar al doctor, mamá estuvo
llorando y papá me arropó dos horas antes de lo habitual. No comprendí el porqué
hasta meses después.
Una semana más tarde llegué a la escuela muy feliz con las
gafas nuevas que había escogido con la tía Carmen. Aunque creo que dejaron de
funcionar después de un tiempo ¿estarían rotas? Volvimos a la clínica,
últimamente íbamos mucho. Los fines de semana mis padres me llevaban a museos,
al cine o a excursiones por la montaña. Y me leían ellos los libros antes de
dormir, cosa que no entendí, porque meses atrás se habían empeñado en que
leyera yo sola. Dos días después fuimos al hospital, y mamá volvió a llorar.
La noche de San Juan, papá me llevo a la azotea para ver los
fuegos artificiales, como hacíamos año tras año. Me preguntó si me gustaban y
yo contesté que sí. Mentí. Ni siquiera los veía.
Daniela Anglada Cadenas
Barcelona
Barcelona