Publiquem els microrelats que van arribar a les deliberacions finals en la categoria en castellà de la convocatòria de gener.
Recordem que els microrelats concursants publicats al blog s'inclouran en una publicació en paper que recollirà aquells textos guanyadors i finalistes de cada categoria de totes les convocatòries mensuals.
Publicamos los microrrelatos que llegaron a las deliberaciones finales en la categoría en castellano de la convocatoria de enero.
Recordamos que los microrrelatos concursantes publicados en el blog se incluirán en una publicación en papel que recogerá aquellos textos ganadores y finalistas de cada categoría de todas las convocatorias mensuales.
Best seller
Para cuando el editor prestó atención al manuscrito del
autor novel, el inspector que seguía la pista al asesino se había jubilado y
vivía en un hogar de ancianos. La amiga de la víctima había dejado el piso que
ambas compartían para casarse con su entrenador personal. El principal
sospechoso tenía trabajo estable y había prosperado tanto como para dejar atrás
la delincuencia. La joven incauta que pasaba aquella noche frente a un edificio
en construcción acabó cambiando la ruta tras conocer a un compañero de clase
que tenía coche.
El tardío interés del editor por publicar aquella historia
obligó a poner todo en su lugar. Hubo que destruir y volver a construir el
edificio en que se hallaba la escena del crimen. Las dos chicas volvieron a
vivir juntas tras arruinar sus respectivos matrimonios. El sospechoso pasó de
la abundancia a la inopia sin causa justificada. El inspector abandonó el geriátrico; retomó
el caso.
Para entonces, el aspirante a novelista había asumido su
fracaso como escritor. El público se había vuelto más exigente. El nivel del
mar había subido a causa del cambio climático.
Que todo volviera a ser como antes supuso un esfuerzo
editorial sin precedentes.
Pedro Herrero Amorós
Castellar del Vallès (Barcelona)
Nunc aut nunquam
Cuando llegaron Más Adelante y el Día de Mañana estábamos
tomando el fresco. Caminaban lentamente, como si arrastraran una pesada carga.
Ya estamos aquí, dijeron y soltaron todo lo que durante años habíamos ido
dejando para Más Adelante: las clases de teatro de mi hermana Puri, la carrera
de mamá, las vacaciones familiares en el mar y la reducción de jornada de papá.
También trajeron los momentos que perdimos por estar trabajando para el Día de
Mañana y las personas a las que renunciamos, como mi novio Lucas, el pobre, que
lo abandoné porque no podía darme un futuro mejor.
Se fueron muy deprisa. Las ofrendas y los sacrificios que
habíamos hecho por ellos se quedaron tirados en el suelo. Son nuestros, dije,
venga, vamos a usarlos. Pero mamá ya no quería estudiar, Puri tenía un puesto
fijo en el ayuntamiento, yo me había casado con un idiota y, a estas alturas
—con la vida tan hecha— era imposible irnos a la playa todos juntos.
Papá —a punto de jubilarse— fue el más desilusionado con la
visita y empezó enseguida a hablar de un tal Aquellos Tiempos.
Desde una esquina, el Día de Hoy observaba la escena
esperando tal vez que alguien le prestase un poquito de atención.
Elena Bethencourt Rodríguez
Los Cristianos, Arona (Tenerife)
Ciclos
Fue un error no eliminar también a los niños, pero tenían
esa mirada. Muy pronto habrán crecido lo suficiente como para venir a buscarme,
para entonces tú ya tendrás tres o cuatro años y verás, escondido tras las
cortinas, cómo me apuñalan o cómo me ponen una bolsa en la cabeza o cómo,
simplemente, me disparan en el corazón. Te descubrirán, probablemente, por el
rastro de tu llanto, y encontrarán en ti los mismos ojos desvalidos que yo vi
en ellos. Pensarán que no merece la pena, y te dejarán con vida, y todo, como
ha sucedido siempre, empezará de nuevo.
Raúl Clavero Blázquez
Madrid
La desconocida
A Marta le gustaba hacerse la desconocida. Aparecía de la
nada, como por casualidad, en un bar, en la fila del cine, en una charla sobre
medioambiente. Con un nombre y una vida inventados. Con otro peinado. Con otra
ropa. Los días anteriores, en casa, parecía ausente, mientras preparaba su
papel a conciencia, como una actriz profesional. Si iba a interpretar a una
enfermera, se aprendía la anatomía humana; si iba a convertirse en pintora, se
informaba de todo lo relacionado con el arte. Ensayaba frases, acentos, gestos.
A veces, la descubría entre el gentío, pero era ella la que solía acercarse,
porque en esos encuentros yo era yo, Pedro, un comercial con una vida anodina,
que iba a serle infiel a su mujer. Y es que siempre terminábamos tendidos en la
cama de un hostal, acoplados en el asiento de atrás de un coche o yuxtapuestos
en los baños de un bar. Hasta hoy, que me la he cruzado en una exposición y
hemos ido a tomar un café. Ella me ha contado que se llama Marta y me ha
confesado que está harta de las infidelidades de su marido, que lo va a dejar.
Yo, con mi mejor acento francés, le he dicho que me llamo Antoine, que soy
escritor y que me encantaría conocerla.
Ernesto Ortega Garrido
Madrid
Abuela
Sale de la cocina con una diminuta bandeja negra con motivos
chinos, casi no caben el plato de rosquillas caseras y las dos tazas de café
humeante. Se sienta en su butaca, contigua al sofá en el que yo espero
flanqueado por tapetes de ganchillo. ¿Qué te gusta ver en la tele, hijo? – me
pregunta con voz dulce. Con sus frágiles manos acaricia y despeina mi pelo. Me
dice que debería cortármelo y también afeitarme, para estar más guapo y tener
un buen empleo. Nos quedamos un rato en silencio viendo el programa de la
sobremesa, ese en el que todos hablan y chillan a la vez. Se me está haciendo
un poco tarde – le digo. Claro, tendrás mil cosas por hacer, la juventud
siempre anda tan ocupada.
Ya en el quicio de la puerta arregla las solapas de mi
chaqueta y mete en mi bolsillo un billete de cinco euros. Quisiera decirle que
no es necesario. Que el próximo día vuelvo encantado a subirle las bolsas de la
compra, y degustamos juntos cualquier otra delicia que haya preparado. Que la
frutería es de mi tío y yo solo le ayudo. Que también espero encontrar un buen
empleo cuando acabe los estudios. Y que de haberla conocido, a la mía, estoy
seguro que se parecería a ella.
Beatriz Díaz Rodríguez
Barberà del Vallès (Barcelona)