Publiquem els microrelats que van arribar a les deliberacions finals en la categoria en castellà de la convocatòria de maig.
Recordem que els microrelats concursants publicats al blog s'inclouran en una publicació en paper que recollirà aquells textos guanyadors i finalistes de cada categoria de totes les convocatòries mensuals.
Publicamos los microrrelatos que llegaron a las deliberaciones finales en la categoría en castellano de la convocatoria de mayo.
Recordamos que los microrrelatos concursantes publicados en el blog se incluirán en una publicación en papel que recogerá aquellos textos ganadores y finalistas de cada categoría de todas las convocatorias mensuales.
Novato
El sargento dejó a un lado su carácter hosco y recibió al
recluta de una forma afectuosa, hasta le regaló su pipa cuando supo que fumaba.
Los demás soldados veteranos miraban la escena sin comprender. Tanta
camaradería con un recién llegado no era usual en esas despiadadas trincheras,
menos aún si procedía de alguien tan implacable, de quien solo se esperaban
gritos, órdenes secas y castigos. Para pasmo de todos, también le entregó
cerillas, todo ello acompañado de una sonrisa que nadie imaginó que fuera posible
en ese rostro de cemento.
La sorpresa mudó en inquietud cuando el nuevo, falto de
costumbre y sin haber recibido advertencias o instrucciones, tuvo que asumir la
responsabilidad de su primera guardia. Las vidas de todos en manos de un recién
llegado. Nadie pegó ojo aquella noche, que parecía más oscura que nunca.
Al detectar un resplandor, el maldito francotirador enemigo,
por fin, delató su posición y pudo ser abatido por el nuestro.
La carta para la familia del soldado inexperto incluyó la
coletilla: “Cayó como un héroe”.
Ángel Saiz Mora
Madrid
Montería
–¡Mira, papá! ¡Allí! –Señaló excitada Bea, con la mano en
que sujetaba la piruleta.
Su padre dirigió los prismáticos hacia donde apuntaba con su
pequeño dedo, cuya uña conservaba parte del esmalte rosa con el que se la había
pintado su hermana mayor. Vio a la presa moviéndose encogida entre la
vegetación, intentando ocultarse, magullada y lacerada por las ramas. Como
veterano cazador pudo oler su miedo y su desesperación.
–Buena vista –le dijo con sonrisa de orgullo–. Adelante.
Bea frunció su ceño infantil, metió el dulce en la boca
sujetándolo con fuerza entre los dientes y enarboló el fusil, apretando la
culata contra el hombro para evitar el golpe del retroceso –como papá le había
enseñado–. Apuntó hacia la presa, aproximó el ojo derecho a la mira telescópica
y ajustó el cerrojo con su familiar crujido. Todo ello con la seriedad a que le
obligaba el saberse bajo la fiscalizadora mirada de su padre. Llevaba mucho
tiempo preparándose para este momento y no quería defraudarle. Su corazón
palpitaba y notaba la frente sudada bajo el gorro de lana.
–Respira hondo.
Bea obedeció. Pudo ver una pequeña nube de vaho en la boca
de la mujer antes de apretar el gatillo.
Ángel Revuelta Pérez
Colindres (Cantabria)
Se dice que Degas pintó cinco, únicamente cinco cuadros con
una bailarina de espaldas: completamente de espaldas y la mayoría con tutús
obscuros o negros; no así la tercera, que viste de amarillo. Porque claro, hay
muchos cuadros de los que se podría decir que la bailarina está de espaldas,
pero no como estos cinco. Algo hay en la postura y expresiones de las Fugas que
produce cierto vértigo en el espectador. Se sabe que estos cinco cuadros se
produjeron a lo largo de toda la vida del artista: la primera Fuga data de
cuando Degas era muy joven, mientras que la última estaba sobre el bastidor en
el lugar donde murió. Se dice que poseer las cinco otorga al dueño un poder
explosivo, sin mencionar que sería automáticamente el dueño de la colección de
arte más valiosa de la historia que no puede existir.
Pedro Díaz Saenz de Sicilia
Brooklyn (Estados Unidos)
Las tardes más calurosas del verano las pasábamos en el río
jugando a submarinos. O buscando
renacuajos y piedras de tres colores. Mientras, ellos se querían de la mano
sobre una manta y de vez en cuando vigilaban que los dos sacáramos la cabeza.
Es curioso que recuerde aquellos momentos como fotos en blanco y negro. Desde
el día que la saqué yo y mi hermano no, la vida es otra. Ahora en casa es como
si buceáramos todos. En agua marrón. Sin ruido. Todo el tiempo. Silenciosos. A
veces, cuando hablo, ellos me miran como si estuviera muy lejos. O como si
prefiriesen que yo tampoco buscara salir a respirar.
Miguelángel Flores
Sabadell (Barcelona)
Mi padre fue un hombre de pocas palabras. Se las quitaron
casi todas en la cárcel donde estuvo preso varios años. También le quitaron
tres dedos de la mano derecha y dos de la izquierda.
Durante el tiempo que duró su encierro le escribía cartas a
mi madre. En cuanto el cartero se las entregaba, ella corría al dormitorio a
leerlas. Yo me sentaba en el suelo delante de su puerta y la oía llorar como
nunca he oído llorar a nadie.
Una vez liberado, mi padre no encontró trabajo en ningún
sitio y acabó perdiendo las ganas de hablar. Apenas nos decía nada. Sin
embargo, mi madre ya no lloraba en el dormitorio. No sé si lograron ser felices
a pesar de las circunstancias, pero vivieron una larga vida los dos juntos y
murieron muy seguidos, primero él y luego ella.
A la hora de vaciar su armario, descubrí al fondo una caja
de zapatos con aquellas cartas guardadas. El nombre de mamá figuraba en el
anverso de cada sobre y el de papá en el reverso; la letra era clara, firme,
proporcionada. Fui abriendo los sobres, uno tras otro. Todos tenían dentro una
cuartilla. En blanco. Amontoné sobre la cama ciento doce cuartillas en blanco.
Aunque cinco de los sobres contenían algo más.
Asun Gárate Iguarán
Bilbao
Bilbao