dissabte, 10 de febrer del 2018

MICRORELATS DE GENER / MICRORRELATOS DE ENERO (1)



Publiquem els microrelats que van arribar a les deliberacions finals en la categoria en castellà de la convocatòria de gener.

Recordem que els microrelats concursants publicats al blog s'inclouran en una publicació en paper que recollirà aquells textos guanyadors i finalistes de cada categoria de totes les convocatòries mensuals.





Publicamos los microrrelatos que llegaron a las deliberaciones finales en la categoría en castellano de la convocatoria de enero.

Recordamos que los microrrelatos concursantes publicados en el blog se incluirán en una publicación en papel que recogerá aquellos textos ganadores y finalistas de cada categoría de todas las convocatorias mensuales.







*Noia a la finestra / Muchacha en la ventana, de Salvador Dalí (1925).


Un recuerdo maravilloso

Existen en este mundo las mujeres invisibles. Se deslizan entre nosotros sin manifestar su presencia: no susurran, no mueven objetos, no crean corrientes de aire frío. Nadie las imagina a sus espaldas y nadie las teme.
De carácter soñador, frecuentan las ventanas, las azoteas, los puentes, los miradores. A veces, cuando se ponen románticas, empujan a alguien. Solo para lanzarse detrás, para abrazar sus cuerpos, para bailar un vals en el aire. Quienes caen sienten una mezcla de miedo y placer, creen estar fuera de la realidad, pero al final alcanzan el suelo de pie y suavemente. El recuerdo los acompañará siempre. Hasta hacerse insoportable de tan maravilloso y –tarde o temprano– terminan todos tirándose ellos mismos al vacío. Con la esperanza.

Asun Gárate Iguarán
Bilbao







Y lo llaman Destino

Desde la primera ventana alcanza a ver una niebla uniforme rota por las copas de lo que cree son baobabs. En la siguiente  ve una pradera  inmensa  y  un  caballo blanco, se sube al alféizar y llega  a poner un pie en la hierba, pero recula.  La tercera ventana se asoma a un precipicio, al fondo un mar de cristal y una isla en el centro, hay unas escaleras talladas en la pared; demasiado arriesgado, se dice. Y así  recorre  una tras otra sin decidirse. Al final del pasillo hay una ventana estrecha que deja ver una  oficina, la mesa parece esperarle con expedientes y archivos, es una imagen familiar que le conforta, pasa al otro lado y se pone a trabajar.

Kumiko Kasahara
Madrid








Accesorios

Un día, de tanto jurar por Dios, a aquel hombre le creció una Biblia en la palma de su mano. “Al principio resulta algo incómodo, no digo yo que no, pero al final te acabas acostumbrando, como a todo”, suele repetir a todo el que le pregunta. El principal inconveniente que tienen esa clase de biblias de mano es que resultan sumamente contagiosas. Un día, por casualidad, te presentan a un hombre como ese, le estrechas cortésmente la mano y es más que probable que se te quede algún evangelio enredado entre las falanges de los dedos. Pudiera parecer que llevar un evangelio entre los pliegues de la mano es algo inocuo, pero quienes lo hemos padecido sabemos que no es así. Uno tiene la inquietante sensación de que hay cientos de personajes bíblicos deambulando por debajo de tus guantes, observándote, escudriñando cada uno de tus movimientos, siguiendo tus pasos a lo largo de todo el día. Y luego, lo peor, es cuando llega la noche. Cuesta un verdadero infierno llegar a conciliar el sueño. No resulta  nada fácil dormirse cuando sientes un constante cosquilleo entre los dedos, como si un ejército de iracundos filisteos estuviese atravesando la palma de tu mano.

José Manuel Dorrego Sáenz
Madrid









Combinado del hogar

Yo ya había supuesto que algo así iba a pasar. Y allí lo tenía, delante de mí, enfundado en el mono de la aseguradora, con el maletín de herramientas a sus pies y ese gesto de suficiencia pintado en el rostro. Había escuchado mi descripción de la avería con creciente desinterés e incluso terminó resoplando, visiblemente hastiado de mi relato. Cuando lo concluí, pulsó con alivio el interruptor para comprobar él mismo mi diagnóstico. La habitación quedó en la más absoluta oscuridad: no una penumbra reconocible de contornos familiares, sino una tiniebla abisal, pelágica. En un instante desaparecieron la tenue luz del atardecer y la silueta de la ventana, los objetos y su relieve; quedaron en su ensimismamiento metros y horas, centímetros y minutos; y nos devoró la nada, que se desvaneció en cuanto volvió a pulsar la clavija y regresó la luz eléctrica, aliada con el sol que de nuevo atravesaba el cristal para iluminar la vida cotidiana. A la vista de su cara desencajada, he de reconocer que me invadió cierto desdén; pero también comprendí que no era momento de mostrarle el cuarto de baño ni de preguntarle si sabía de un buen fontanero en la compañía.

Eduardo Iáñez Pareja
Granada









Arrepentimiento

El dolor le inunda el pecho. Le es insoportable verlo en el suelo sobre el charco de sangre. Es el amor de su vida y haría lo que sea para que siga vivo. Se siente desconsolada. Desea poder volver el tiempo atrás. Se sienta, apoya los codos en las rodillas y se cubre la cara con las manos. Las lágrimas se deslizan por sus rodillas, suben a sus mejillas, se cuelan entre sus dedos y entran a sus ojos. Se para, apunta el arma al aire. Su marido se incorpora. La bala sale del corazón y retrocede hasta entrar en la pistola. Ella guarda el arma en el cajón del escritorio. Escucha toda la confesión de su esposo otra vez. Llena de dolor, se resigna. Lo ve agarrar las valijas y tomar el picaporte. Se da cuenta de que, realmente, no podría soportarlo. Vuelve a dispararle.

Jorge Aguiar
Mendoza (Argentina)