dissabte, 15 de juny del 2019

MICRORELATS DE MAIG / MICRORRELATOS DE MAYO (1)





Publiquem els microrelats que van arribar a les deliberacions finals en la categoria en castellà de la convocatòria de maig.

Recordem que els microrelats concursants publicats al blog s'inclouran en una publicació en paper que recollirà aquells textos guanyadors i finalistes de cada categoria de totes les convocatòries mensuals.







Publicamos los microrrelatos que llegaron a las deliberaciones finales en la categoría en castellano de la convocatoria de mayo.

Recordamos que los microrrelatos concursantes publicados en el blog se incluirán en una publicación en papel que recogerá aquellos textos ganadores y finalistas de cada categoría de todas las convocatorias mensuales.











Un día cualquiera


El canto del gallo rasga la madrugada, deben ser las seis.
El borboteo del café huele a despertar, deben ser las ocho.
La vecina tararea el ritmo de su trajín, deben ser las once.
Los grillos corean la siesta del barrio, deben ser las tres.
Los niños jalean su vitalidad a golpes de pelota, deben ser las seis.
El silbido del tren hiende el aire, deben ser las ocho.
El chisporroteo del aceite anuncia el destino del huevo, deben ser las nueve.
La televisión se enciende con griteríos de protesta, deben ser las diez.
La oxidada cerradura de mi habitáculo suena quejumbrosa, deben ser las once.
Se enciende la luz.

Ana Grandal
Madrid







Democracia

Un día, Alfonso desapareció de repente. Aunque muchos en el pueblo tenían algún motivo para acabar con él, nadie confesó el crimen y comenzaron a sospechar unos de otros. Convencidos de que el asesino podía ser cualquiera de ellos, firmaron un pacto mediante el cual, todos se comprometieron a no volver a hablar de él, ni de su extraña desaparición. Alfonso estaba muerto y asunto terminado.
Otro día, Alfonso regresó y los vecinos hicieron otro pacto: Alfonso no podía desafiar la decisión de todo un pueblo siguiendo vivo. Poco después, Alfonso volvió a desaparecer esta vez para siempre.
«Un pueblo entero no puede estar equivocado. En eso consiste la verdadera democracia», dijeron.

José Luis Chaparro
Salvatierra de los Barros (Badajoz)







El país en tus ojos

Se sientan en mi consultorio y me señalan sus córneas, quejándose de ardor y dolores crónicos. Procedo entonces con los exámenes y les muestro las imágenes captadas por las radiografías: las persecuciones, los gritos tras las paredes, las balas sibilantes, los uniformes que marchan, los cuerpos en las calles. Les explico que no puedo hacer nada, que sus nervios ópticos guardarán para siempre este horror, pero ellos se agarran de mi bata y me suplican que acabe con su sufrimiento. Me resigno entonces. Les hago firmar un contrato especial, les aplico anestesia y lentamente introduzco las pinzas metálicas en las órbitas de sus ojos.

Alberto Sánchez Argüello
Managua (Nicaragua)







Cómo lanzarse al vacío en tres sencillos pasos

1.- Hacer la primera limpieza profunda en casa después de varios años.

2.- Encontrar, en un rincón en sombra del estante más alto de la cocina, una lenteja roja, pequeña, sin hollejo, de las que solíamos usar para los purés de Martín.

3.- Y descubrir de pronto que no sirvió de nada pintar su habitación de otro color, ni regalar su ropa y sus juguetes, ni vender el carrito de paseo que no llegó a estrenar, porque el vacío siempre estuvo ahí, paciente, impredecible, capaz de tomar cualquier forma, como la de una lenteja roja, pequeña, sin hollejo, para estallar y llenarlo, de nuevo, todo.

Raúl Clavero Blázquez
Madrid







El nuevo abuelo

Este abuelo es un primor, nos dijo la asistente señalando a un hombrecillo sonrosado que olía a colonia. Y después en voz alta para que él la oyera: Vamos, Antonio, que viene la familia a recogerle. Yo hubiera preferido una abuela, como la que les tocó a los del quinto, que les hacía croquetas para cenar, pero al parecer, las abuelas estaban más pedidas. Dentro del coche papá empezó a despotricar: Me cago en el gobierno, con la excusa de la crisis cierra las residencias y los de siempre nos tenemos que hacer cargo de los viejos sin hogar. Eso para que vuelvas a votarlos, recriminaba mi madre. Mi nuevo abuelo miraba por la ventanilla atento a todo lo que pasaba fuera. A saber cuánto tiempo llevaría sin salir a la calle. Después se giró hacia mí para preguntar: ¿Tenéis televisión en casa? Claro, le contesté, y tú ¿sabes jugar a la consola?

Paloma Casado Marco
Santander







La madre del cordero

Ideas parásitas, pequeños hurtos, quejas autocompasivas, acné persistente, resentimiento, faltas de ortografía, y esa desagradable halitosis vital que me caracteriza. Todo. Ahora lo sé. Absolutamente todo lo que soy se remonta a aquel  paseo por el parque. He necesitado diez años de terapia y cuatro sesiones de hipnosis para que saliera a la luz el origen de todas mis miserias. Hoy lo he revivido, de alguna forma lo he vuelto a experimentar: el fatídico momento en que levanto la vista y me doy cuenta -con el desamparo de un corderito que es llevado a sacrificar- de que le he cogido la mano a una señora que no es mi mamá. Ese vértigo. Ese trauma germinal. Inmediatamente remachado por las risas de mi hermano Abel.  El favorito. El médico. El listillo incapaz de imaginar que en breve recibirá una visita. 

Paz Monserrat Revillo
Molins de Rei (Barcelona)