dilluns, 14 de desembre del 2020

MICRORELATS DE NOVEMBRE / MICRORRELATOS DE NOVIEMBRE (1)

 

Publiquem els microrelats que van arribar a les deliberacions finals en la categoria en castellà de la convocatòria de novembre.

Recordem que els microrelats concursants publicats al blog s'inclouran en una publicació en paper que recollirà aquells textos guanyadors i finalistes de cada categoria de totes les convocatòries mensuals.



Publicamos los microrrelatos que llegaron a las deliberaciones finales en la categoría en castellano de la convocatoria de noviembre.

Recordamos que los microrrelatos concursantes publicados en el blog se incluirán en una publicación en papel que recogerá aquellos textos ganadores y finalistas de cada categoría de todas las convocatorias mensuales.







La crueldad del enemigo


Se habían propuesto acabar con nosotros exhibiendo la perversión de quien saborea la amargura de la derrota ajena. No solo humillaban a nuestras tropas en el frente, sino que disponían escurridizos pelotones desde el valle para sorprendernos en los lugares más insospechados, sin apenas posibilidad de repeler sus ataques. Además de la hiriente pérdida de efectivos sufríamos la derrota lacerante de la táctica. Los mandos, desmoralizados, optaron por una medida desesperada: ubicamos cinco puestos de francotiradores entre los riscos del sur y dispusimos allí a los soldados de mejor pulso. La orden del general fue sencilla: disparar sin compasión, sin opción al error, sin avisos ni amenazas, disparar, disparar hasta acabar con todos.

Tras semanas de constante martilleo de fusil formé parte de la patrulla que comprobaría el resultado del tiroteo sobre el terreno. Recorrimos todo tipo de hondonadas y atajos en busca de los soldados abatidos. Los primeros uniformes que encontramos eran azules, de los nuestros, probablemente soldados que regresaban del frente; pero al fin encontramos un maldito y detestable enemigo, con esa casaca verde y sucia acartonada de sangre. 

Juan Antonio Morán Sanromán

San Vicente del Monte (Cantabria)







Dios


No paran de preguntar por mí, aunque saben que no existo. 

Antonio Ortuño Casas

Amán (Jordania)

 






La maleta


Pasé de guardarte el tirachinas a llevarte vestidos que ni siquiera eran tuyos. Te acompañé en el único viaje que hiciste en avión, donde orgulloso no dejaste de mirar el anillo. Recuerdo pasarlo mal al llegar, en la cinta del aeropuerto, pensando que me habías perdido. Años más tarde, llena de patucos y pañales, hice dos visitas al hospital. Con los niños en el camping cada verano, no parabais de reír. La alegría de esos días saltó por los aires una lluviosa noche cuando, tras varias vueltas de campana, todos quedaron atrapados en el coche. Tras salir de allí, no volví a verles nunca más. Ahora, con un par de mudas, la cartera sujeta con una goma y una rama de tomillo entre las camisas blancas, permanezco a tu lado apoyada en la cama de esta pensión, tan vieja como tú, con el asa rota y atada con dos cuerdas que espero no utilices. 


Francisco Javier Cano Santa Bárbara

Sarriguren (Navarra)

 

 




*Stadio Olimpico di Roma. 
C. Rocattelli i / y A. Vitellozzi, arquitectes / arquitectos (1957).


Estadio mayor


El aplauso invade el Estadio Olímpico de Roma. Los jugadores se miran, confundidos. El árbitro detiene el juego. El partido es verdaderamente aburrido y no ha ocurrido nada interesante para que merezcan los equipos semejante ovación. Sin embargo, el aplauso que baja de las gradas cobra cada vez más intensidad, emociona, conmueve.

En un potrero remoto de Argentina se juega un torneo barrial. Los reflectores que iluminan la cancha de pastos ralos parecen velas, pero los cien simpatizantes que inclinan el tejido ya tienen los ojos acostumbrados a la penumbra y vieron con increíble claridad la jugada: la gracia de la bicicleta al borde del área, después el caño sutil, los dos amagues que perdieron a los defensores en un laberinto de sombras y la belleza de la definición ante un arquero que, tras notar que la pelota lo supera, se suma a los festejos. Los hinchas no pueden creer lo que acaba de hacer Satu, una jugada exquisita que merece sin dudas la ovación de un estadio mayor. 

Marcelo Coccino

Roldán (Argentina)

 

 






Algunos hospedaron ángeles


En cuanto lo vimos entrar por el camino de la escarpa, maltrecho y sobrecogido por un dolor insondable, todos supimos que nos había llegado un emisario de lo alto. El cielo tenía esa mañana color de ceniza fría y la cellisca azotaba la cara del ángel, translúcida de puro blanca. Le echamos una manta por encima y el menor de los Ferguson lo alzó en vilo para llevarlo a la parroquia. «Pesaba menos que una bala de paja», nos confesó después. La esposa del reverendo recuerda cómo, al despojarlo de sus ropas, el aire del templo había transverberado y se había inundado de un dulce olor a especias. Solo unas semanas más tarde, la criatura pudo desplegar de nuevo sus alas, con las cuales, en un enérgico movimiento de batida, lleva ya años alejando de nosotros todo tipo de males. Nuestras ovejas paren ahora camadas innúmeras, las mazorcas sobrepujan en el mar de nuestros maizales y el hollejo de nuestras patatas destila el mejor licor de la comarca. Por su lado, Uriel se queja de las molestias que le causan en los tobillos los grilletes que lo retienen junto al altar. Debemos reconocerlo: nuestra aldea nunca ha destacado por su hospitalidad. 

Eduardo Iáñez Pareja

Granada