Publiquem els microrelats que van arribar a les deliberacions finals en la categoria en castellà de la convocatòria de novembre.
Recordem que els microrelats concursants publicats al blog s'inclouran en una publicació en paper que recollirà aquells textos guanyadors i finalistes de cada categoria de totes les convocatòries mensuals.
Publicamos los microrrelatos que llegaron a las deliberaciones finales en la categoría en castellano de la convocatoria de noviembre.
Recordamos que los microrrelatos concursantes publicados en el blog se incluirán en una publicación en papel que recogerá aquellos textos ganadores y finalistas de cada categoría de todas las convocatorias mensuales.
Lluvia de fuego
Tras años de calma, otra vez. Apresurarse los hombres y
mujeres de mediana edad. Llenar bolsas con comida, ropa, mantas, libros de
oraciones y fotografías de los abuelos. Dejar todo lo demás. Tapiar las
ventanas, atrancar las puertas por fuera. Cargar los bebés en brazos, los niños
sobre las espaldas, situar a los jóvenes en cabeza. Huir hacia las montañas.
Esperar siete días y siete noches, como siempre. Después, volver. Buscar entre
los escombros de cada casa. Encontrarlos por algo que no ardió: botones, hebillas,
la montura de las gafas, el puño del bastón, la dentadura. Recoger sus cenizas.
Reconstruir el pueblo entero. La iglesia, más grande, más alta. Rezar a ese
Dios iracundo. Ofrendar las cenizas. Reprimir la tentación de la duda.
Asun Gárate Iguarán
Bilbao
Zapatos
Eran sus primeros zapatos, y eso no se olvida. Unos bonitos
y lustrados zapatos italianos de cuero negro, con cordones. Sintió un vahído,
se le revolvió el estómago y fue a la cuneta a vomitar. Apenas tenía veinte
años, era muy joven. El compañero, más experto, lo animaba: «al menos no es una
muñeca.» Los zapatos seguían en el escaparate de un asfalto mojado por una
débil lluvia que apenas podía limpiar los rastros de sangre. Echaron una lona
plateada sobre el cadáver.
Maximiliano Jarque Blanco
Valencia
Compañía
A veces se queda mirando al vacío. Se ríe de repente o
pregunta: “¿Tú crees?”. En esas ocasiones, aunque después venga a mi y me
salude, aunque trate de aparentar que no pasa nada, siempre me atenaza la
sospecha, como un rosario de cadenas en mis pies, de que, quizá, yo no soy el
único fantasma de esta casa.
Raúl Clavero Blázquez
Madrid
Plañideras
No queda ni rastro de la fiesta de compromiso en la vieja
mansión de los Montenegro. Solo se oye el ruido del polvo que se posa sobre los
muebles desnudos y el roce de las pesadas cortinas de terciopelo que impiden el
paso de la luz en la habitación de juegos. Ha transcurrido una semana desde que
la señorita Clara se cortara las venas. Todavía se aprecian las marcas de sus
muñecas, aunque, de tanto llorar, sus pequeños cuerpos de plástico están
empezando a pudrirse.
Margarita del Brezo Gómez Cubillo
Ceuta
Reveses
La estatua viviente que más éxito tenía, era la del sombrero
sobre un cajón de madera aglomerada. Su dueño, tirado en el suelo en decúbito
supino, mostraba la boca abierta para recibir propinas. Los niños se agolpaban
para arrojarle céntimos al fondo de su garganta, sin reparar en la falta de
aire en los pulmones y en el color azul de sus mejillas. El sombrero, con un
agujero de bala en la sien, se moría por escapar volando.
Montaña Campón Pérez
Cáceres
Me gusta hacer las cosas al revés.
Romper las reglas
Julián Vinacour
Mendoza (Argentina)