dimecres, 19 de maig del 2021

MICRORELATS D'ABRIL / MICRORRELATOS DE ABRIL (2)

 


Publiquem els microrelats que van arribar a les deliberacions finals en la categoria en castellà de la convocatòria d'abril.


Recordem que els microrelats concursants publicats al blog s'inclouran en una publicació en paper que recollirà aquells textos guanyadors i finalistes de cada categoria de totes les convocatòries mensuals.




Publicamos los microrrelatos que llegaron a las deliberaciones finales en la categoría en castellano de la convocatoria de abril.

Recordamos que los microrrelatos concursantes publicados en el blog se incluirán en una publicación en papel que recogerá aquellos textos ganadores y finalistas de cada categoría de todas las convocatorias mensuales.







Compás de espera

Lo más irritante de los suicidas de nuestro edificio es que nunca terminan de saltar. Suben, se instalan y allí se quedan, quietos como pasmarotes. Permanecen estáticos como gárgolas a lo largo del friso de la fachada. Llegan planeando, se posan alineados sobre la cornisa y ya no se mueven.  Ni siquiera pestañean, aunque de vez en cuando te miran de reojo y se pasan el día gorjeando como palomos. Y que ni se te ocurra comentarles algo porque te atraviesan con la mirada, como diciéndote que quién te crees tú para decirles cuando tienen que saltar.

José Manuel Dorrego Sáenz 

Madrid

 

 




 

De bolsillo

La señora de la casa sabía que aquella vieja sábana no era otra cosa más que un fantasma. Quizás por eso, cada vez que la usaba, ella se acostaba desnuda. Quizás por eso, él se volvió dócil y permisivo. Quizás por eso, tuvieron mellizos: uno era rosado, chiquito, de carne y hueso; el otro, también era chiquito, pero blanco y de algodón, como todo buen pañuelo.

Gabriel Bevilaqua

Zárate (Argentina)

 

 





Hijo predilecto

Para cuando le dejan hablar, el joven campeón del mundo casi ha gastado el paquete de klínex que usa para contener la emoción que le embarga. Con la sala de plenos abarrotada de gente, ha escuchado, de labios del alcalde, el sincero agradecimiento de sus convecinos por haber convertido su modesta localidad de origen en un lugar de referencia para el mundo del deporte, lo que augura un futuro lleno de prosperidad. También ha recibido en primicia la noticia de la inminente construcción de un pabellón deportivo que llevará su nombre, y que será un estímulo para las nuevas generaciones.

Pero a estas alturas, la nueva celebridad tiene muy claro que si toda esa inversión se hubiera llevado a cabo cuando él era un don nadie, no habría hecho falta que emigrara a la otra punta del planeta para conseguir fama y fortuna. Y casi con toda seguridad, otros como él habrían triunfado en su misma especialidad, de haber contado con un apoyo institucional que siempre brilló por su ausencia.

Por ello, cuando al fin cesan los aplausos y se hace el silencio, el nuevo y flamante hijo predilecto de la ciudad, sosteniendo en su mano el último pañuelo desechable, se dispone a tomar la palabra.

Pedro Herrero Amorós

Castellar del Vallès (Barcelona)

 

 

 



Hambre

El batallón devoró otro guiso de nabos y zanahorias, única ración de campaña para toda la jornada. Así era difícil ganar una guerra, ni mantener los procesos vitales. El añadido de alguna rata apenas compensaba las carencias.

No faltaban voluntarios para misiones de exploración o envío de mensajes, en el convencimiento de que comerían mejor si eran capturados. El enemigo estaba bien abastecido de productos frescos, además de carne enlatada, pan, queso, galletas, chocolate, tocino y hasta cigarrillos. La mención de tales exquisiteces aguijoneaba sus cuerpos famélicos. El tiempo se deshacía sin otro cambio que un incremento de la ansiedad.

Aullaron las sirenas de alarma. Pese a que los ataques nocturnos eran frecuentes, cada vez resultaba más enojoso ver a esos soldados tan bien nutridos bajo la luz de las bengalas. Los gritos de los asaltantes no acallaban el clamor de sus estómagos. La desesperación fue un estímulo para repeler aquel ataque.

No hubo prisioneros, ni compasión con los heridos. Lejos de celebrar su resistencia heroica, les resultó decepcionante que los abatidos no llevasen encima ningún tipo de provisiones.

Al amanecer ya habían dado cuenta del primer cadáver.

Ángel Saiz Mora

Madrid

 





 

Invisibilidad de las cadenas

Ni los pies desollados, ni las llagas infectadas de las manos. El ritmo desbocado del corazón. Eso era lo que la preocupaba. No podía detenerse. Ahora no. Vio la luz al fondo. Una claridad diluida en la negrura de aquel nido de serpiente, como llama oscilante de vela. Avanzaba con un soplo de mano en la nuca a punto de agarrarla. No podía creer que hubiera llegado tan lejos. Cuándo ocurriría. Cuándo la devolvería al cautiverio. Sin embargo, cinco pasos, cuatro, tres, dos, uno, y el sol cegando sus ojos maltratados por la oscuridad. Los cerró y levantó la cara al calor. Después bajó la cabeza y corrió. Una carrera corta con parada en seco. Comprendió por qué la había dejado escapar después de, no llevaba la cuenta, años encerrada. Entendió, aterrada, lo ficticio de su liberación.

Lola Sanabria García

Madrid