dilluns, 14 de juny del 2021

MICRORELATS DE MAIG / MICRORRELATOS DE MAYO (1)

 


Publiquem els microrelats que van arribar a les deliberacions finals en la categoria en castellà de la convocatòria de maig.


Recordem que els microrelats concursants publicats al blog s'inclouran en una publicació en paper que recollirà aquells textos guanyadors i finalistes de cada categoria de totes les convocatòries mensuals.




Publicamos los microrrelatos que llegaron a las deliberaciones finales en la categoría en castellano de la convocatoria de mayo.

Recordamos que los microrrelatos concursantes publicados en el blog se incluirán en una publicación en papel que recogerá aquellos textos ganadores y finalistas de cada categoría de todas las convocatorias mensuales.





Hambre

Era la siesta y nadie apuraba. Por suerte, porque su boca ya no podía dar grandes mordidas y sus pocos dientes se encontraban demasiado gastados. Comió despacio, saboreando cada bocado y cuidándose de no provocar ni el más mínimo ruido, ni siquiera al masticar: sus oídos flaqueaban y quería estar alerta a cualquier interrupción desde el bosque. El esfuerzo por tragar, reflejado en sus ojos empequeñecidos y en los movimientos de su angosta garganta, no impidió el goce más sublime. Hasta chupó los huesitos; ya cerca del anochecer.

Había sobrevivido a un invierno helado y solitario. De ninguna manera iba a contentarse con la mermelada de frutillas encomendada por su hija.

Una vez satisfecha, le encontró nuevo uso a la caperuza roja: con ella se limpió la cara, para luego volver a arrebujarse calentita en la cama.

Mauro Zoladz

Buenos Aires (Argentina)

 



 


Tren subterráneo

Porque causaba terror, cambiaron el aspecto que tiene el tren subterráneo cuando se acerca por el túnel: antes era una masa oscura, un rugido creciente y esos focos como ojos. Ahora, el cristal de la cabina del conductor es amplio y curvo; podemos ver desde lejos el recinto iluminado por una luz verde. Algunos conductores llevan en el interior de la cabina una o dos plantas que bajo esa luz prosperan. Pero nosotros, los viejos, no podemos olvidar. Y los jóvenes, bajo la fascinación de lo que siendo aterrador se ha vuelto amable, se arrojan a su paso.

Pedro Lipcovich

Buenos Aires (Argentina)

 





La favorita

Mi hermana ha sido siempre la favorita de mis padres. Es la que tiene los ojos más grandes y más azules y cuando sonríe parece un querubín. La alegría de la casa, exclaman con orgullo, y ella se esponja como un helecho tras la lluvia.

A punto estaba de abandonarlo todo cuando conocí a Marcelo. Nos hicimos inseparables desde el primer día. Nos sentábamos juntos en la facultad e íbamos de fiesta los fines de semana. Nos gustaba la misma música, el sushi, jugar a los bolos, nadar desnudos en el río, salir de acampada. Pensé que había encontrado una persona especial y empecé a sentir que mi vida merecía la pena. Al fin. Hasta que la conoció a ella.

Se han casado esta mañana. Mientras los veo cortar la tarta bajo los acordes de una música estridente, respiro muy deprisa, con la boca muy abierta, en un intento de acabar con el oxígeno de la sala, pero ni por esas consigo aliviar este trance de agonía en el que me hallo. Mi madre me da aire con el abanico para remediar la patética escena y no deja de susurrarme al oído, toda azorada, que pare de una vez, que los hombres no lloran.

Margarita del Brezo

Ceuta






El miedo

Tiene miedo. Apenas puede respirar, nota cómo su cuerpo va quedando vencido por el virus, le parece inverosímil estar en esa situación, pero no padece, está agotada. Le han comunicado que la deben intubar, le preguntan si quiere llamar a alguien, pero ella niega con la cabeza, no quiere preocupar más a su familia; la trasladan a una habitación futurista. 

Al rato aparece la anestesista con un traje de astronauta que no desentona con las máquinas que hay por doquier y los cables aéreos. La mujer lee con calma el historial; se sienta a su lado y le coge la mano, la paciente agradece con la mirada. La médica le pregunta si es profesora en instituto Cervantes, le dice su nombre y sus apellidos y si se acuerda de ella; la paciente afirma con la cabeza, y sonríe bajo la mascarilla. 

Lo último que recuerda antes de que la droga recorra su ser es la mirada constantemente curiosa de su antigua alumna, se siente orgullosa, y el miedo desaparece.

Pablo Lorente Muñoz

Zaragoza





 

Vértigo

La azafata nos pide que no entremos en pánico. Pero seguimos cayendo en picado. No hay vuelta atrás. Las mascarillas de oxígeno se han descolgado. La gente grita y llora. El tipo del asiento de delante reza. Y a ti te da por cogerme de la mano y decirme que tienes que confesarme algo. Ahora. Mientras caemos en picado. Que me quieres. Mucho. Pero que llevas diez años engañándome. Con mi mejor amigo. En el preciso instante en el que avión empieza a estabilizarse. Y la azafata anuncia por megafonía que todo está bajo control. Lo repite una y otra vez. Todo bajo control.

Francesc Barberá Pascual

Benissa (Alacant)