dilluns, 24 d’abril del 2023

MICRORELATS DE MARÇ / MICRORRELATOS DE MARZO (1)

 


Publiquem els microrelats que van arribar a les deliberacions finals en la categoria en castellà de la convocatòria de març.


Recordem que els microrelats concursants publicats al blog s'inclouran en una publicació en paper que recollirà aquells textos guanyadors i finalistes de cada categoria de totes les convocatòries mensuals.




Publicamos los microrrelatos que llegaron a las deliberaciones finales en la categoría en castellano de la convocatoria de marzo.

Recordamos que los microrrelatos concursantes publicados en el blog se incluirán en una publicación en papel que recogerá aquellos textos ganadores y finalistas de cada categoría de todas las convocatorias mensuales.








La tierra del viento

Sonó el teléfono muy temprano. Murió el abuelo, me dijo mamá, sin preámbulos.

En el velorio éramos apenas cinco. Cuando uno pasa los noventa años los amigos esperan del otro lado.

Al borde del féretro una mujer triste repetía un rezo. No pertenecía a la familia. Vestía ropa de luto, raída y limpia. Mis condolencias, dijo, soy la mamá de Mauricio. Me acordé al instante de ella, del accidente de Mauricio y de la pobreza que nunca les había dado respiro.

Al mediodía la mujer saludó y se fue. Un bastón la ayudaba a caminar.

Volvió a la tarde, con un ramo de flores frescas.

Conocía los protocolos funerarios al dedillo, como si hubiera asistido a todos los velorios del pueblo. Intentó ayudar con el cajón. Se persignó y se subió al auto del servicio.

Condujimos por un interminable camino de grava, llegamos a un lugar desolado, entre campos, donde sólo se oía el silbido del viento.

Antes de separarse del cortejo, la mujer me dijo: "No sé por qué enterramos tan lejos a los muertos. Si dejara de morir gente en el pueblo, no tendría manera de llegar hasta acá".

Después la vi alejarse, renguear hacia el atardecer y llorar sin consuelo frente a la tumba de su hijo.

Marcelo Coccino

Roldán (Argentina)

 


 


Comunidad

Isa colecciona los tangas que Lola deja caer desde el sexto. A la viuda del bajo le gusta aspirar su aroma profundamente imaginando que toda ella huele a lavanda. El hijo de los Vila, el judoka, sigue en TikTok a la jovencita de los Rico, aficionada a colgar vídeos de bailes latinos con un top y unas mallas muy, muy sugerentes. Al chaval, a veces, le gusta pasar la lengua por la pantalla tras sus contoneos, pero si se la encuentra en el ascensor no es capaz de mirarla. Desiré, en cambio, los prefiere más mayorcitos, del estilo de Fran, el enfermero que ha alquilado el quinto, al que se la meneó casualmente en el portal durante las fiestas del barrio.

Julia, la del segundo, sabe que su marido ha empezado a correr con los del tercero porque María lo hace sin sostén; aunque se beneficia cuando Luis vuelve a casa empalmado de tanto fantasear. No se lo reprocha. Ella recuerda que el día que les ayudaron a meter el sofá en casa, Adrián, el marido de María, aprovechó para acercarle su polla dura al trasero. Siente sofoco al acordarse.

Y cada noche, cuando todos consiguen caer en el sueño, el edificio del Paseo de las Delicias 8 da un enorme suspiro a través del hueco del ascensor.

Juan Antonio Morán Sanromán

San Vicente del Monte (Cantabria)

 




Dignidad recuperada

Harta de soportar abusos, de llevar a hombros una relación que la consumía, de dar todo de sí sin ser valorada, decidió abandonarlos y llevarse todo.

Primero, guardó en el equipaje su parte más dócil: sus plazas y parques, sus jardines y patios, sus árboles frutales, sus plantas en macetas y sus pájaros enjaulados que adornaban balcones. Luego, se llevó también su parte salvaje: sus selvas y arroyos, sus mares y ríos, sus sierras, sus montañas y lagos, sus praderas. Se llevó incluso los desiertos, dejando extensos y profundos socavones donde la arena se había acumulado durante tanto tiempo.

Se los llevó porque eran suyos. Todo era suyo. Lo había entregado todo incondicionalmente, y era hora de reclamarlo.

Sin embargo, en el último instante antes de marcharse, decidió dejarles algo: guijarros, piedras y rocas. Conociéndolos tanto como los conocía, sabía que no tardarían en disputárselos ferozmente y utilizarlos como armas.

Diego Hernán Franco Puebla

Mendoza (Argentina)

 


 


Vida familiar

Descansaba durante el día, trabajaba por las noches y apenas veía a su familia. Hambriento de contacto humano, devoraba con avidez un programa de radio en el que los oyentes compartían inquietudes, confesiones o, simplemente, retazos de su vida cotidiana. Algunos eran asiduos, como el chico que no encontraba pareja y la anciana recién enviudada. O una mujer que llamaba cada día y hablaba sin parar. Explicaba con pelos y señales la jornada de su hijo en la escuela, con el equipo de balonmano o en los cursos de natación y el locutor invariablemente tenía que cortarle; aunque no sin que ella acabara con un «Ramón, no te olvides del pan».

Así, entre rondas de vigilancia e historias vitales, transcurrían las horas. Y al volver a casa, siempre hacía un alto en la panadería.

Lluís Talavera

Barcelona