dimecres, 19 de gener del 2022

MICRORELATS DE DESEMBRE / MICRORRELATOS DE DICIEMBRE (2)

 


Publiquem els microrelats que van arribar a les deliberacions finals en la categoria en castellà de la convocatòria de desembre.


Recordem que els microrelats concursants publicats al blog s'inclouran en una publicació en paper que recollirà aquells textos guanyadors i finalistes de cada categoria de totes les convocatòries mensuals.




Publicamos los microrrelatos que llegaron a las deliberaciones finales en la categoría en castellano de la convocatoria de diciembre.

Recordamos que los microrrelatos concursantes publicados en el blog se incluirán en una publicación en papel que recogerá aquellos textos ganadores y finalistas de cada categoría de todas las convocatorias mensuales.





Declaración

Era mi oportunidad, Laura estaba justo detrás de mí en la fila de la fuente. Cuando me tocó beber, me incliné y susurré “te quiero”, con la esperanza de que mis palabras se enredaran con el agua para rozar después sus labios. Justo entonces, Mario, el abusón de mi clase, se abrió paso a codazos, saltándose el turno, me apartó de un empujón, y se refrescó la cara con mi declaración de amor.

Lo bueno es que ya no me pega por las tardes, a la salida del colegio.

Lo malo es que no ha dejado de perseguirme.

Raúl Clavero Blázquez

Madrid





Sin papeles

Bajaron de la camioneta dóciles como corderos. Al pagar, ya les advertí que deberían recorrer solos el último tramo hasta la frontera. Lo que desconocían es que no tendrían agua suficiente para soportar el calor sofocante del desierto; que caminarían durante varias horas rodeados de escorpiones y buitres y que, con el sonido de las sirenas y los disparos, echarían a correr hasta que sus corazones se acelerasen desbocados.

Cuando los recogimos, tenían un subidón de adrenalina. Ahora que todo ha pasado, dejaremos que se relajen en el jacuzzi y les ofreceremos un ágape de lujo como final de la experiencia. Pero lo mejor llegará ya en casa, cuando, con un guiño de complicidad, puedan decirle a la mujer que limpia su mugre que ya saben cómo se siente.

Lluís Talavera

Barcelona

 



Cosas mías

La niebla siempre está ahí, húmeda, viscosa. Esperando que abra la ventana para colarse en la casa. Que deje entrar a mis nietos para aprovechar el resquicio e inundarme de vacíos. Por eso he escrito sus nombres con letra clara en la pizarra del frigo: Alicia, Tomás, Javier. Parece que vaya a comprarlos en la próxima visita al mercado, pero no. El más fácil es Tomás, heredado del abuelo. Y también es el más importante. Si desapareciera tras la bruma perdería dos en uno. ¿Por qué tienes los nombres de los niños en el frigo, mamá? Me encojo de hombros farfullando las dos palabras que aún suelen sacarme de apuros: cosas mías.

Patricia Collazo González

Alcobendas (Madrid)

 

 



La buena vida

Estaba disfrutando de la tarde de fútbol a pesar de que había quitado el sonido de la tele. Repantigarse en el sofá con una bolsa de patatas y un bote de cerveza era todo lo que un hombre podía desear. Eso y un empleo bien remunerado, un chalecito, barbacoas los sábados y paellas familiares los domingos. Entre sus colegas no estaba bien visto preferir salud, dinero y amor a sexo, droga y rock and roll y por eso había mantenido siempre ocultas sus aspiraciones. Por supuesto, el lote incluía esposa e hijos y ellos -meditaba contemplando la foto de la repisa- eran perfectos. Guapos, sonrientes y… confiados. Tanto como para que su vivienda fuera uno de los pocas sin alarma o para que no escondieran las joyas en algún tarro de la cocina. No había tardado nada en encontrarlas dentro del joyero de la habitación de matrimonio. Seguro que por el collar de oro blanco le daban una “pasta”.

A pesar de que los había visto marchar cargados con maletas, no era prudente prolongar más su estancia. Antes de salir, echó una última mirada al salón con un pellizco de melancolía. Sin duda se estaba haciendo viejo.

Paloma Casado Marco

Santander

 



Cifras

Cuando se produce una catástrofe, con muchos muertos, ocurre un fenómeno de transmutación asombroso que nadie puede explicar. Las personas se transforman en números. El prodigio ha sido estudiado por científicos y magos de todo el mundo sin que nadie haya podido descubrir el mecanismo del proceso. A los familiares les da igual ese prodigio, lloran desconsolados cuando les entregan su número impreso en una hoja de papel reciclado. Les dan un siete o un ciento nueve, que se llamó Alberto o María y que quisieron ser astrónomos o fontaneros, cultivar un huerto o participar en un club literario. Poco pueden hacer ya. Si acaso meterlos entre las páginas de un libro de álgebra, para sentir que les honran, que estarán acompañados, que hay otras ecuaciones llenas de incógnitas que sí pueden resolverse.

Mar Horno García

Torredonjimeno (Jaén)